martes, 4 de enero de 2011

La incógnita política de Costa de Marfil

La población de Costa de Marfil, estimada en unos 20 millones de habitantes, desconoce a día de hoy quién será su nuevo presidente. La lucha de poder protagonizada por Gbagbo, que nunca ha sido elegido pero que gobierna el país africano desde hace una década, y Alassane Ouattara, el candidato electo, que obtuvo el 54% de los votos en la segunda vuelta celebrada el 28 de noviembre, mantiene en el aire la incógnita sobre unos comicios históricos en el país marfileño. 



             Laurent Gbagbo                                         Alassane Ouattara
                                                                                  


Fue el pasado 31 de octubre, justo cuando los brasileños elegían, en segunda vuelta, a la primera presidenta brasileña de su historia, cuando los marfileños acudieron en masa a las urnas, después de 11 años de crisis político-militar desencadenada por el golpe de Estado de 1999. Y es que, la celebración de estas elecciones había sido aplazada unas seis veces desde el años 2005. 


Entre los catorce candidatos, se incluían los tres principales líderes políticos del país africano: el presidente, Laurent Gbagbo, el ex jefe de Estado, Henri Konan Bédié, y el ex primer ministro, Alassane Ouattara. Sin embargo, ninguno de los aspirantes a presidente obtuvo la mitad de los votos más uno por lo que se convocó una segunda vuelta para el 28 de noviembre. 

Tal día, los aficionados al fútbol esperaban con ansia el derbi entre el Real Madrid y Barcelona, también Cataluña celebraba sus elecciones autonómicas de las que Artur Mas salió victorioso o Haití se enfrentaba a sus primeros comicios dentro del desorden y el caos que todavía impera desde el terremoto del 12 de enero. También era un día grande para Costa de Marfil, el principal productor de cacao del mundo, porque después de una década volvería a elegir democráticamente a un presidente. Esta vez, sólo dos candidatos: Gbagbo u Ouattara. 

Debido a la tensión política y a la escalada de violencia, los poderes públicos se vieron obligados a imponer el toque de queda desde el mismo día 28 hasta el 1 de diciembre, día en el que se empezarían a conocer los primeros resultados. Finalmente, y con un 54% de los votos, Ouattara fue el presidente electo. 

Estas elecciones debían poner fin a la crisis desatada por el golpe de Estado de 1999 y agravada por el golpe frustrado de 2002, que provocó una guerra y la división de esta ex colonia francesa de África Occidental. Sin embargo, el miedo a una segunda guerra civil sobrevuela en el ambiente. Y es que, después de un mes, Gabgbo aún no ha abandonado el poder. 

Las presiones de la comunidad internacional son baladí. La última intentona fracasó el lunes 3 de enero cuando los presidentes de Benin, Cabo Verde y Sierra Leona y el primer ministro de Kenia viajaron al país para ofrecerle a Gbagbo inmunidad judicial a cambio de que ceda la presidencia pacíficamente a Ouattara. Y es que, además de no ser procesado por violaciones de los Derechos Humanos, el hasta hoy presidente de Costa de Marfil también exige conservar sus cuentas en el extranjero ahora bloqueadas, al menos en EE UU y la Unión Europea, y que sus principales partidarios tengan un lugar en el nuevo Gobierno. 

Mientras, el país continúa dividido y controlado en el sur por las Fuerzas Armadas y de Seguridad leales a Gbagbo, y en el norte por las Fuerzas Nuevas de Soro, quien lideró en 2002 el Movimiento Patriótico de Costa de Marfil contra el actual presidente, origen de la Guerra Civil Marfileña, y que respaldan a Ouattara. 

De nuevo, vuelve a repetirse la radiografía de la inmensa mayoría de los países africanos: un presidente autoritario que vulnera los derechos humanos de su población y se niega abandonar el poder; una comunidad internacional con nula influencia y de la que todavía hoy desconocemos cuál es su verdadero poder y una población que vive en el olvido. 


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