viernes, 4 de mayo de 2012


¿INTERVENCIÓN HUMANITARIA O ESTRATEGIA GEOPOLÍTICA?

El 17 de febrero de 2012 se cumplía el primer aniversario del inicio de las revueltas en Libia que, tras ocho meses de enfrentamientos cruzados, acabaron con el derrocamiento del general Muammar Gadaffi. Atrás quedaron las cuatro décadas de represión del que ahora es denominado ‘sátrapa’ o ‘dictador’ pero que durante muchos años, incluso durante los meses antes de su final, era el ‘amigo de Occidente’. Grosso modo, los acontecimientos se sucedieron con una celeridad que da que pensar si extrapolamos esa visión a la Siria actual.

Nueve días después del inicio de las protestas, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobaba la Resolución 19701 por la cual se imponía un embargo de armas así como una congelación de los activos financieros y recursos económicos de la familia Gadaffi. Y un mes después, la Resolución 19732, que amparaba el uso de la fuerza en Libia en un contexto que entendía de amenaza para la paz y la seguridad internacional y en aras de proteger a los civiles libios. Asimismo, establecía una zona de exclusión aérea y prohibía explícitamente la invasión terrestre. Al mando, la OTAN que, liderada principalmente por Francia, Reino Unido y Estados Unidos, ponía en marcha la operación Odisea del Amanecer. Pero también, en apenas solo un mes se formó el Grupo de Contacto para Libia encargado de legitimar la acción del Consejo Nacional de Transición (CNT)3. El final es conocido por todos: el 20 de octubre de 2011 Gadaffi fue capturado y el 31 de ese mismo mes, Anders Fogh Rasmussen, secretario general de la OTAN, anunciaba el final de la operación:

When the United Nations took the historic decision to protect you, NATO answered the call. We launched our operation faster than ever before. More than 8,000 servicemen and women took part in our mission for Libya. We were effective, flexible and precise.4

La incertidumbre marcaba así el inicio de esta nueva etapa para Libia que ya ha fijado elecciones para el próximo mes de junio cuando se elegirá a la nueva Asamblea Constituyente. Y es que, los enfrentamientos entre tribus continúan, tal ese así que hace unos días saltaba la noticia5 de que la ciudad Beni Walid estaba en manos de gadafistas. También, Amnistía Internacional6 ha denunciado las detenciones arbitrarias contra africanos subsaharianos y ciudadanos libios de raza negra por su posible colaboración con Gadaffi. Respecto al número de refugiados es difícil encontrar cifras certeras. La Organización Internacional para las Migraciones7 afirmaba que en noviembre más de 700.000 libios estaban dejando el país, datos elevados si se tiene en cuenta que el Estado africano apenas cuenta con seis millones de habitantes.

Partiendo de esa realidad, en las siguientes líneas nos vamos a detener, aunque de manera muy breve, en analizar el papel que han jugado algunos actores internacionales en Libia para intentar desmontar nuestro interrogante: ¿Intervención humanitaria o estrategia geopolítica?
La Carta de Naciones Unidas en su Capítulo VI Arreglo Pacífico de Controversias, artículo 33, sostiene que ante una situación de amenaza para la paz y la seguridad internacional las partes “tratarán de buscarle solución ante todo mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje (...)”8. En Libia, en parte por las propias circunstancias, ninguna de las acciones mencionadas se han llevado a cabo, es decir, se ha intentado proteger a los civiles libios, que ya venían padeciendo esta situación desde hace décadas, pero para ello se ha aprovechado lacoyuntura social del momento aunque también, la política y económica. Y es que, según el portal Michelcollon.info9, Gadaffi había anunciado que quería elevar la participación del Estado sobre el control del petróleo de un 30% a un 51%. No hay que menospreciar la posición de Libia como país de la Región MENA (Middle East and North Africa). Y es que, según datos del BCE10, esta región posee el 40% de la producción mundial del ‘oro negro’ y tiene las dos terceras partes de las reservas mundiales.

Respecto a EEUU el interés por el país magrebí también es manifiesto. En 2003, en el contexto de la Guerra Global contra el Terrorismo, la Administración Bush presionó a Naciones Unidas11 para que levantase el embargo a Libia (1992-2003) ya que era percibido como ‘aliado’. Cuatro años más tarde, como se observa en el siguiente video, el ex general estadounidense Wesley Clark12 explica que la Administración Bush planeó invadir siete países en cinco años, y uno de ellos era Libia.

Por su parte, la Administración Obama también ha jugado un papel decisivo. En agosto de 2011, el jefe de las Operaciones Navales, el Almirante Gary Roughead afirmaba que “I knew we were going into Libya, it was not in the public domain”13. Quizás, esta intervención se vio como una ventana de oportunidad para que el AFRICOM, el comando estratégico de EEUU para África, pudiese establecerse definitivamente en este continente, ya que desde 2008 mantiene su sede en Alemania ante el rechazo de los Estados africanos.
También es crucial la estrategia de Francia. Nicolas Sarkozy se enfrenta en abril a unas elecciones y su legitimación social cada vez está más mermada. En un intento por liderar la política exterior de Europa, frente a la hegemonía económica de Merkel en la UE, ha tomado el mando de la OTAN y fue el primer país en reconocer al CNT como refleja un informe del Instituto Elcano.14 Desde el punto de vista geopolítico, la publicación gala Libération puso el acento en el transfondo económico del apoyo al CNT por el que Francia podría controlar el 35% del petróleo del país.

España por su parte, en términos cuantitativos es el octavo proveedor de Libia, según el informe de 2011 elaborado por la Oficina Económica y Comercial de España en Trípoli15. Prueba de la importancia de los interese nacionales, es que la primera visita oficial del ex presidente José Luís Rodríguez Zapatero al país magrebí se produjo en junio de 201016. O Italia, que recientemente ha sido condenada por el Tribunal de Estrasburgo17 por el Caso Hirsi de 2009, cuando devolvió a Libia 200 inmigrantes interceptados en aguas internacionales violando los artículos 3, 4 y 13 del Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos18. Este último caso hunde sus raíces en el Tratado de Amistad, Colaboración y Cooperación entre Italia y Libia del año 2007 que, paradójicamente, en su Capítulo 1, artículo 4 reconoce que:

1. Las Partes se abstendrán de cualquier forma directa o indirecta de injerencia en los asuntos internos o externos que entran en la jurisdicción de la Parte, de acuerdo con el espíritu de buena vecindad.2. De acuerdo con los principios de la legalidad internacional, Italia no utilizará ni permitirá el uso de sus territorios en ningún acto hostil contra Libia y Libia no va a utilizar, ni permitir el uso de sus territorios en ningún acto hostil contra Italia19.

Frente a la “efectividad”20 de la operación reconocida por el secretario general de la OTAN, otros, como el director ejecutivo de UN WATCH, Hillel Neuer sostienen que ésta no es la Primavera Árabe que esperaban.

We were happy to see the Gaddafi regime finally suspended last year, but this is not the Arab Spring we hoped for. Today's homophobic outburst by the new Libyan government, together with its routine abuse of prisoners and other ongoing violations, underscores the serious questions many have about the new regime's commitment to improving on the dark record of its predecessor21.

El objetivo de la comunidad internacional era en principio la protección de los ciudadanos libios y para ello había que derrocar a Gadaffi, objetivo finalmente conseguido. Sin embargo, el problema no ha acabado aquí porque la seguridad ciudadana, la violación de los derechos humanos o la precariedad de las infraestructuras siguen siendo problemas acuciantes en Libia aunque en nuestros días hayan quedado en el ostracismo y no ocupen la cabecera de los principales diarios generalistas. Se necesita un mayor esfuerzo de la comunidad internacional sin que ello suponga imponer unos intereses económicos o geopolíticos, sin que ello, valga la redundancia, signifique un nuevo Irak o un nuevo Afganistán. Los ciudadanos libios tienen una cita el próximo junio y es ahí donde la comunidad internacional jugará un papel trascendental porque deberá exigir la máxima transparencia de los comicios, que no intromisión. 
  
  



  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  

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